Erwin Mamani tiene 35 años. Es padre, esposo y un hombre trabajador que solía llevar el sustento a su hogar con esfuerzo y dedicación. Pero un accidente cambió su vida por completo. Sufrió una grave fractura de cráneo que lo dejó con secuelas que hoy lo limitan profundamente. Desde aquel día, Erwin no ha vuelto a caminar con normalidad. Los mareos intensos lo desequilibran constantemente. Ya no puede levantarse solo ni salir a trabajar. Pasó de ser el apoyo de su familia, a necesitar ayuda para tareas básicas como vestirse o ir al baño. Vive con temor de caer, de no poder levantarse, y de ser una carga para los que ama. Su familia ha buscado soluciones médicas, ha recorrido hospitales públicos y privados, pero la única opción que le han dado es una craneoplastia: una cirugía especializada para reconstruir la parte afectada de su cráneo. Esta intervención podría estabilizar su condición neurológica, disminuir los mareos y permitirle recuperar su movilidad y autonomía. Sin embargo, el costo de esta cirugía es demasiado alto. Su familia, que vive con lo justo, ya ha invertido todo lo que tenía en exámenes y tratamientos previos. Hoy, Erwin se encuentra en pausa, soñando con algo tan simple y humano como volver a caminar, trabajar y abrazar a sus hijos sin miedo a caer.